Poesía religiosa. San Francisco de Asís

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Un alma que canta

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CANTA FRANCISCO...

Canta Francisco y la creación entera
se transforma en un salmo de alabanza,
canta y el mundo revive en la esperanza
de renovarse en su eterna primavera.

Es su canto del alma la armonía
que surge en el misterio de un encuentro
es deseo, es plegaria y es lamento
de su búsqueda confiada y alegría.

Suspiro de sus ansias y sus sueños
bullir de la ilusión de su camino
confianza que entreteje su destino
anhelo de los brazos de su dueño.

Es su canto el clamor de un hombre nuevo
renacido en Espíritu divino
la voz de un Amor hecho camino
que invita a la alabanza al mundo entero.

Su música enhebra el horizonte
con notas escritas en el alma,
acordes del soplo que nos salva
y corazón amante que responde.

Partitura de soles en ocaso
cuando las notas se tejen en el viento
y campanas que vuelan su tormento
cuando lloran heridas a su paso.

El canto de Francisco corre lejos
hacia las sombras del valle del olvido
y es cauterio del Amor que lo ha elegido
y ha dejado en el cielo su reflejo.

Es por eso que Francisco con su canto
se transforma en respuesta enamorada
de una creación que ha sido cautivada
por la belleza de un Dios tres veces Santo.

Intérprete sensible y conmovido,
expresa Francisco el canto de la tierra
su corazón no llega a contenerla
y estalla de emoción su pecho herido.

Tú le cantas al sol que se ha dormido
y bendice la noche con su ausencia
la bendice en la luna y su paciencia
que blanca se derrama en el olvido.

Tú le cantas a la noche que te envuelve
amante en su frescura de rocío,
a los sauces que lloran junto al río
y al bosque silencioso que se duerme.

Te haces murmullo en el agua de la fuente
y arrullo de una tórtola que espera
el brote de su Amor en primavera
que la rescate en la brisa del Oriente.

Es arrullo de un alma que encelada
clama desde la entraña Amor eterno,
el canto que calienta en el invierno
la soledad de una noche tan helada.

Cantas Francisco el canto de las noches
que ven surgir su sol al horizonte
y es nostalgia de Amor en que se esconde
la pálida mención de su reproche.

Pues se hace largo el tiempo de la espera
insomne, la noche, en su plegaria
la oración que la desposa con al alba
y despierta en canción de primavera.

Canta Francisco que tu canto es el suspiro
del Amor que en el mundo no es amado
canta Francisco un canto enamorado
al Amor que en su pecho se ha dormido.

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CAPÍTULO DE LAS ESTERAS

Baja Francisco del monte
y un nuevo pueblo lo espera
una verde primavera
se levanta en su horizonte.

Muy cerca, en Santa María,
una reunión se prepara
y una luna llena y clara
de lejos los bendecía.

Hermanos de todo el mundo
llegan para ver al Santo
y es la fiesta y es el canto
de los que siguen su rumbo.

Desde Francis e Inglaterra,
Polonia, Rusia, Alemania,
Malta, Croacia o España,
desde el confín de la tierra.

Un pueblo nuevo nacido
en el Amor al Dios vivo
que Francisco ha compartido
con todos los elegidos.

Más de cinco mil hermanos
acampados bajo el cielo
eran del alma el consuelo
para la Iglesia un regalo.

Capítulo de las esteras
el hecho pasó a la historia
y se grabó en la memoria
como nueva primavera.

De todas partes el canto
subía a Dios en alabanza
y era un viento de esperanza
en el Espíritu Santo.

Pentecostés renovado
de alabanzas y carismas
porque la Fe era la misma
en el Amor encarnado.

Ideales compartidos
por un mismo Dios llamados,
de Jesús enamorados
y en su Pascua redimidos.

El Padre, como un profeta
parte el pan de la Palabra
y con emoción les habla
del Señor y su promesa.

-El goce del mundo es breve
y su pena duradera,
pues la vida verdadera
no la encuentra el que no muere.

Porque pequeña es la pena
por la que se va a la gloria
y goza de su victoria
el que rompe sus cadenas.

-Los exhorto a la obediencia
a la Iglesia madre buena,
y a la caridad fraterna
que regala la paciencia.

En oración permanente
vivirán siempre a su lado
gozando de su cuidado
en medio de tanta gente.

En castidad y templanza
gozarán de su pobreza,
Jesús será su riqueza
y vivirán de Alabanza.

Y el Señor que es providente
no hizo esperar sus regalos
desde los pueblos cercanos
comenzó a llegar la gente.

Traían carne y verduras
hortalizas, pan y vino,
Dios conforta al peregrino
y le muestra su ternura.

Era un mismo pueblo en fiesta
por Dios mismo convocado
el banquete preparado,
la comunión que se gesta.

Una mesa para todos
universal la acogida
mesa de la Eucaristía
su verdadero tesoro.

Era el prado de las bodas
el banquete del Cordero
que les da el pan verdadero
a los que Cristo enamora.

pan de Dios y del encuentro
que convoca a los hermanos
y se parte entre sus manos
como divino alimento.

Santo Domingo, presente,
vio de Dios, su santa mano,
y bendijo a los hermanos
con una plegaria ardiente.

Y es así como el Dios bueno
mostraba su providencia,
reafirmaba su presencia
bajo un cielo azul sereno.