PRISIONERO DE CRISTO La guerra es larga y penosa y el aprendiz de guerrero junto a otros caballeros sufre una amarga derrota. Muy joven para probarlo, sus sueños se han esfumado y lo que ha experimentado ahora tendrá que pensarlo. En un calabozo oscuro, insalubre y nauseabundo aprende a dejar el mundo y a soñar otro futuro. Cuántos sueños desgastados, cuántos amigos heridos, enfermos o destruidos, tristes y desconsolados. Su buen Dios va trabajando en medio de oscuras noches. Quién sabe cuántos reproches te habrás hecho meditando. Un año largo de encierro en un sótano profundo, en un calabozo inmundo fue tu primer monasterio. Aprendiste a hacer ayuno, a conformarte con sobras, a soportar la deshonra, a perderte para el mundo. No faltó la enfermedad compañera de camino, hija del hambre y del frío y amiga de la piedad. Y llegó la libertad, de nuevo la luz del día, la amistad, las compañías, el regreso a la ciudad. Pero ya no eres el mismo, la enfermedad continúa, te postra hasta la locura de dejar todo por Cristo. ¡Cuán vanos son los proyectos y la gloria de este mundo que se pierde en un segundo que malogra todo el resto! La búsqueda ha comenzado, pero faltan las respuestas; tus ansias te piden metas, tu corazón, ser amado. Te ofrecen ser caballero en un sueño inesperado y un salón aparejado con armaduras de acero. Vas a enrolarte de nuevo, tu corazón quiere gloria pero no es esta victoria la que te prepara el cielo. Es el Señor que está hablando y todavía no entiendes que la cruzada que emprendes es la que está preparando. Y nuevamente en un sueño el Señor abre tu oído, Él Cristo te habla dormido porque quiere ser tu dueño. -¿Por qué tú sigues al siervo dejando al Señor de lado? ¿Por qué dejas su cuidado siguiendo a un pobre escudero? - ¡Regresa a Asís que tu lucha no es con armas de este mundo, te diré cuál es tu rumbo si con atención me escuchas! .................. Vuelve a Asís el caballero, como soldado frustrado, enfermo, loco y burlado a buscar su derrotero. Francisco se ha enloquecido, el mundo no le interesa y el que era el rey de la fiesta para el mundo, se ha perdido. Encuentras nuevos amigos: mendigos menesterosos, los pobres y los leprosos a los que ofreces tu abrigo. El comercio no es tu vida: sedas y telas preciosas; si Dios a las mariposas las viste de maravilla. Das los bienes a los pobres: ser libre como las aves sin tejidos ni telares, llevar su paz a los hombres. Pero tu padre no entiende que el Señor ha convertido a su hijo tan querido en profeta de las gentes. Debe cuidar su fortuna, sus negocios y su tienda y decide la contienda ante el obispo que juzga. Te reclama su dinero y todo lo que te ha dado, te quiere desheredado; tú eliges ser pordiosero. Todo el pueblo está en la plaza en la que tratan de loco a un joven que, como pocos, hizo de Dios su esperanza. Le restituyes sus bienes y todas tus pertenencias: sólo Dios en su clemencia será el Padre que prefieres. Y desnudo bajo el cielo puedes decir Padre Nuestro caminando hacia su encuentro porque Él es ya tu consuelo. Ya no tenés otro abrigo que el hermano sol tan bueno, el resplandece sereno, te libra del enemigo. Sólo llevarás por manto la libertad que te ha dado el Señor que te ha llamado a transformarte en su encanto. Sólo serás prisionero de su Amor puro y sublime, del Amor que te redime para hacerte caballero. Un caballero de Cristo armado de su belleza, alegre con su pobreza, peregrino de infinito. Desnudo, recién nacido, sobre el pesebre del mundo, la luna te muestra el rumbo porque te sabe escogido. Desnudo como has venido en los brazos de tu madre te entregas a Dios que es Padre y desnudo lo has seguido. Sólo un sayal gris raído cubrirá tu desnudez vistiendo tu pequeñez, protegiéndote del frío. Francisco, el rey de las fiestas deja en Asís sus amigos, va a vivir con los mendigos, sus glorias ya no son estas. El caballero ha partido su cruzada ha comenzado todo a su Cristo entregado, el rumbo desconocido. Será el Señor que al mostrarlo revelará su Evangelio, concederá comprenderlo y en la vida asimilarlo. Sin bastón, bolsa ni manto descalzo por sus caminos, descalzo cual peregrino que volvió su vida un canto.
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