FRANCISCO Y LA PERFECTA ALEGRÍA Era de invierno y Francisco con León, por el sendero, en una tarde de enero, habló de Dios a su amigo. Sabes acaso, le dijo, qué es la perfecta alegría, y en qué cosa yo sabría que conozco a Jesucristo? Dime, padre bien amado tu secreto y tu misterio pues yo quiero conocerlo y caminar a su lado. Oh León, mi fiel amigo, testigo de lo que siento, escribe mi pensamiento y escucha bien lo que digo. Aunque todos los maestros, los sabios y los doctores, los prelados y Señores lleven el hábito nuestro... Aunque los reyes, los nobles, los ricos y los pastores se incorporen a la Orden y su número sea enorme... Escucha león y escribe que no es esta la alegría, que solo brota en la vida de Jesús que nos recibe. Aunque frailes predicando conviertan a los infieles y por ellos Dios hiciere gran cantidad de milagros... Aunque todos fueran santos y expulsaran mil demonios y tuvieran los tesoros de la ciencia entre sus manos... Escribe León y escucha que no es perfecta alegría la que no está en armonía con Jesucristo y sus luchas. Si una noche, en crudo invierno, regresamos al convento, muertos de frío y hambrientos deseando el calor del fuego... Si al abrirnos, el portero, no nos conoce y nos echa a la intemperie que acecha en medio del aguacero... Si nos ve tan pordioseros que no oculta su desprecio y aunque le muestre mi aprecio me trata como un grosero... Te digo León y escribe, que la alegría perfecta es tener la puerta abierta del corazón que recibe. Si no pierdo la paciencia ni me quedo perturbado, y si en Jesús flagelado soporto toda inclemencia... Si con Él crucificado bendigo al que me maldice, perdono al que me persigue y me quedo anonadado... Si al mal respondo tranquilo aunque sea maltratado y en Jesús resucitado tengo el tesoro escondido... Es ésta, León, escribe, la alegría que no pasa, porque edifica su casa sobre la Roca que vive.
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EL LOBO DE GUBBIO Las murallas protegían una ciudad asustada, está en sí misma encerrada y a un lobo feroz temía. Fuera del muro, extendida, la comarca desolada, estaba aterrorizada por el lobo noche y día. Las cuadrillas bien armadas en vano lo perseguían, todos en Gubbio sabían que el lobo los acosaba. La ciudad era una cárcel que sus riquezas guardaba, la comida que buscaba el pobre lobo en su hambre. Las ovejas no bastaban, perros e incluso pastores, entre las fauces feroces del animal terminaban. No había paz para ninguno pues la crueldad aumentaba, la sangre, sangre clamaba en ambos lados del muro. Compasión tuvo Francisco de la ciudad asediada, dentro del muro angustiada y llevó la paz de Cristo. Hacia el bosque, decidido, con la cruz como armadura San Francisco se aventura en busca de un lobo herido. Estaba herido de hambre, de soledad y de frío, perseguido y resentido se presentó desafiante. Te bendigo, hermano lobo, le dijo, amoroso, el Santo y te cubro con el manto de la Cruz de Aquél que adoro. Ven, manso, junto a mi lado y no hagas mal a ninguno, pide perdón, te aseguro que ya no serás odiado. Yo se que fue la miseria, la marginación y el hambre las que encendieron tus fauces salvajes allí en la selva. Que cegado en tu violencia te alimentaste de sangre y que aplacaste tu hambre devorando indiferencia. Yo te prometo comida si en Dios hacemos las paces. Ya no más lobos rapaces, justicia, paz y armonía. Asintió el lobo extasiado en la luz que despedía la mirada en la que ardía, San Francisco, enamorado. Les dijo Francisco entonces a los hombres aterrados que observaban admirados la bestia a los pies del hombre. No son las fauces del lobo de lo que han de tener miedo, es del infierno y su fuego que se lo devora todo. Es de los muros injustos y de acumular riquezas a costa de la pobreza y el hambre que clama al Justo. Es de la sed de venganza y el odio que no perdona de la crueldad que abandona la ternura y la confianza. Hizo las paces el lobo y la ciudad asediada abrió sus puertas cerradas a la hermandad y su gozo. Purgó el lobo sus pecados entreteniendo a los niños, ellos le daban cariño y él ofreció sus cuidados. En su vejez venerado en recuerdo de Francisco murió el lobo entre sus hijos en paz y reconciliado.
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