LA ALONDRA EL CORAZÓN DE FRANCISCO Hay una alondra escondida en lo profundo de un pecho, su corazón está hecho de cantos y melodía. Canta de noche y de día a Aquél que robó su alma pues lo lleva en las entrañas en que palpita su vida. Una alondra acurrucada en un santuario escondido en el que un niño dormido deja el alma iluminada. Se llena de Amor al verlo, de ternura al contemplarlo, sólo piensa en adorarlo y ya no quiere perderlo. Lleva Francisco una alondra en el fondo de su pecho, lleva un corazón desecho en el Amor que te nombra. Es un violín afinado en el arpa que en el cielo, con dedos de terciopelo, toca un ángel a su Amado. Sus cuerdas en sus cabellos encuentran la melodía y vibran con alegría cuando las besan sus dedos. Es una alondra de cuerdas el corazón de Francisco que enamorado de Cristo se viste con las estrellas. Vuela su amor en el viento que lleva su melodía y anuncia la profecía de un Amor que vence el tiempo. Una flauta sumergida en el soplo que la embriaga, una flauta enamorada le canta su amor al día. Una alondra suspendida entre la tierra y el cielo que se llena de consuelo cuando la luna la mira. Llena su canto la noche, palpita durante el sueño y habla de amor a su dueño que en el silencio responde. Canta la alondra dormida y su música es el viento que envuelve sus sentimientos de seda recién tejida. Una nota peregrina en partituras doradas vuelve música sagrada la luna que la ilumina. Y el corazón de Francisco como una alondra escondida en un santuario de vida le canta su amor a Cristo.
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EL PESEBRE DE FRANCISCO Diciembre, la nieve, el frío y el alma que está de fiesta porque Francisco celebra la Navidad conmovido. No le basta contemplarlo en el alma enamorada, la escena está preparada para poder adorarlo. Convocados los pastores, los niños, los ciudadanos, llamados por los hermanos los siervos y los señores. Todos acuden a verlo la Navidad celebrada en una escena montada para poder conocerlo. La tierra se abre al misterio que desciende de los cielos, el Dios de todo consuelo se hace niño verdadero. El pesebre acomodado, un buey y un asno tranquilo, las ovejas que del río le traen heno perfumado. El nilo Dios ha llegado el Señor de los señores, en Él se opacan los soles ante el fuego del Amado. El pesebre está vacío, el altar ya preparado y el misterio es celebrado en vez de un niño dormido. El sacerdote en sus manos bendice el pan, luego el vino y el signo del don divino es Jesucristo encarnado. Es la cena que en la noche nos da su cuerpo sagrado, el mismo que Él ha entregado en una cruz sin reproches. Es la noche fiel testigo de la cena que recrea, de la cruz que regenera, del Resucitado vivo. Y en esta noche de gracia, entre bueyes y pastores el señor de los señores se vuelve pan que nos sacia. Celebra la Eucaristía su presencia misteriosa y en un pesebre reposa, en el misterio, la vida. Todos se inclinan al verlo, se postran para adorarlo y cantan para alabarlo salmos de Amor verdadero. La cueva ya es un santuario en que nace la alegría del que brota la armonía que Jesús trae en sus manos. Navidad es cada día en que el Señor de los cielos desciende hasta nuestro suelo y se vuelve Eucaristía. Ya no solo contemplarlo y adorarlo en nuestra nada, Él es mesa preparada, banquete para gustarlo. Se hizo comida y bebida, pan de Amor y vino santo, carne y sangre que hacen santos al regalarnos la vida. En el altar del pesebre adora Francisco un niño, su cuerpo es de pan y vino, transformados para siempre. Presencia consoladora, comida del peregrino, de Francisco que en camino sigue al Dios que lo enamora. El sol se encendió en Francisco, sus ornamentos brillaban y el diácono proclamaba la Buena Nueva de Cristo. Tan radiante está Francisco cuando anuncia el Evangelio que los pastores, al verlo. adoran con él el Niño. Los exhorta a contemplarlo en un pan simple, escondido, en una cuna hecho vino vertido para salvarnos. Todo es luz en esta noche, las lámparas encendidas y las antorchas prendidas que acompañan las canciones. Todo es canto y alegría y hasta la selva cercana la gloria de Dios proclama con cantos y algarabía. Una visión profecía tuvieron los que allí estaban: por Francisco despertaba el Niño Dios que dormía. Francisco resucitaba al Niñito que yacía en el pesebre que había en aquellos que lo amaban. Terminada la vigilia los devotos se llevaron el heno en que celebraron a Jesús Eucaristía. Y los milagros cundían cuando pronto se sanaban los animales enfermos que devotos lo comían.
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