LA FUENTE DE SU ALEGRÍA Tórrido, el sol oprimía, un verano ardiente y seco, Francisco, el cuerpo maltrecho, al monte Alvernia subía. Con León se dirigían a un refugio de pastores poblado por ruiseñores que en primavera venían. Francisco, absorto en su Cristo. La selva lo contemplaba; de vez en cuando le hablaba de un Amor hecho infinito. León, detrás, lo seguía pensativo caminaba, una tristeza embargaba su espíritu y alegría. Un arroyo humilde y puro fue ocasión para que abriera su corazón y expusiera su nostalgia de Amor puro. Mira, Francisco, le dijo, cómo el agua es pura y casta, cómo es alegre y le canta al Señor que la bendijo. Si pudiéramos nosotros compartir esa alegría, sin pecado en nuestras vidas, puros y simples los ojos... Ahora comprendo, ovejuela, la razón de tu tristeza, el peso de tu pobreza, la nostalgia que te aqueja. Si te miras a ti mismo, tu pobreza y tu pecado y te deja desolado el panorama que has visto... te sentirás consolado con la alegría de Cristo fijando sólo en el Hijo tus ojos y tu cuidado. Es mirando al traspasado que por Amor ha sufrido, ver su cuerpo tan herido por nosotros entregado... Es verlo resucitado reinando en un cielo limpio con los que por el martirio en su sangre se han lavado. Es contemplar su belleza como el sol del mediodía, su realeza que encandila su ternura y su pureza. Debes mirar en sus ojos y encontrar misericordia, gozarte sólo en su gloria, su desnudez y despojo. Contempla la cristalina fuente viva en su costado por la que nos es donado el Espíritu de vida. Mira sus manos abiertas para acoger a los hombres, gózate sólo en su Nombre y en su luz que te penetra. Abre tus ojos al cielo, siente el Amor casto y puro en que los ángeles suyos encuentran ya su consuelo. Canta allí , tus alabanzas en la liturgia celeste, canta tus salmos alegre y gózate en la esperanza. No concentres tu mirada ni en tu vida ni en tus males, gózate con los zorzales y el canto de las calandrias. Mira el reflejo del cielo en una noche de luna y las estrellas que alumbran en Dios que es todo consuelo. Mira las llamas del fuego, cómo le rezan ardientes, contempla el sol del Oriente triunfante como un guerrero. León, ovejuela amada, cuando contemplas el agua, limpia, pura, casta y santa, piensa en Dios y no en tus faltas. Piensa en Aquél que ha creado a su imagen pura el alma, piensa en Aquél que te ama y en su Hijo te ha salvado. En el Dios que ha liberado los colores de las piedras, a Él lo alaban la hierba, los árboles y el ganado. El Dios de toda pureza que se enciende en la sonrisa, que te acaricia en la brisa y se goza en tu nobleza. Ovejuela limpia y simple, te regaló la inocencia, Él que es fuente de clemencia se goza en tu alma simple. Sólo a Él debes mirarlo León, con toda tu alma, en Él hallarás la calma y gozarás de alabarlo. ............... Sigue el sendero Francisco y León se ha transformado, como un canario dorado canta las glorias de Cristo.
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LA ALABANZA DE FRANCISCO Orando Francisco estaba sobre la cumbre del monte, contemplando el horizonte su corazón exclamaba: Tú, Señor, eres el Santo, el Único, el Grande, el Fuerte, Tú eres Rey omnipotente y nos cubres con tu manto. Altísimo rey del cielo que haces cosas estupendas, en la tierra nos gobiernas llenándonos de consuelo. Tú eres trino, Tú eres uno, Dios de dioses, sumo bien, verdadero Dios y bien, tan grande como ninguno. Tú eres amor, caridad, sabiduría y paciencia, belleza e inteligencia, alegría y humildad. Riqueza y seguridad, nuestra paz, nuestra esperanza, gozo, justicia y templanza, fundamento de verdad. Tú, mansedumbre y belleza, Tú eres nuestro protector, admirable defensor, caridad y fortaleza. Tú, Señor, nuestra dulzura, nuestra vida y esperanza, caridad, luz y confianza, omnipotente hermosura. Tú eres el Santo y el bello, el que brillas en la luna, el que en las noches acunas un cometa y sus destellos. Omnipotente, infinito, más allá de lo que pienso, mucho más de lo que siento, el adorado, el bendito. Tú eres el grande y el santo, misericordioso y bueno, el que creaste los cielos y nos envuelve en su manto. Tú eres paz que se derrama, mansedumbre pura y casta, sólo nombrarte me basta, eres dulzura del alma. Tú eres fuente y bendición, suavidad, paz y ternura, Tú eres calor y frescura, Tú eres música y canción. Tú eres la olas batiendo, la tempestad y la calma, Tú eres un trueno en el alma y un sol que está amaneciendo. Eres del mar su bravura y del cielo el infinito, y eres el seno bendito que la creación asegura. Tú eres roca, eres desierto, un volcán lleno de fuego, el aire en el que me muevo y la luz de un cielo abierto. Eres viento huracanado y soplo de brisa suave, el encanto de las aves y un cielo azul estrellado. Imponente acantilado frente al que me siento nada y una playa acariciada por un mar enamorado. Serenidad de la tarde, primavera iluminada, aurora reconciliada, un misterio que se abre. Un lago profundo y claro, un manantial de esperanza, océano de confianza y misterio revelado. Tú eres mi Dios y mi Todo y yo sin Ti no soy nada, Tú eres sol de la alborada y yo un rayo de tus ojos. Tú eres viento en la montaña y yo el polen en tu soplo, Tú un bosque de robles rojos yo un gorrión en tu mañana. Tú eres inmenso, estupendo, innombrable amor del alma, una noche tibia y calma, yo, tu suspiro en el viento. Tú eres fuego, yo soy brasa; Tú eres la hoguera y yo el leño; Tú eres grande, yo pequeño, Tú eres Amor que me abrasa. Tú eres meta y yo proyecto; yo soy hombre, Tú llamada, la claridad que me embriaga, la luz en que me despierto. Yo soy llanto y Tú consuelo, Yo soy niño y Tú eres Padre, yo soy hijo, Tú eres Madre, Tú eres Amor verdadero. Quién eres Tú, Dios bendito y quién soy yo, vil gusano, soy el hijo que te alabo, Tú, trinidad e infinito.
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