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Poesía religiosa. San Francisco de Asís
La Tercera Orden

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LA TERCERA ORDEN

Duda Francisco el camino,
su oración es tan intensa
que el pobre Francisco piensa
dejar de ser peregrino.

Hacer del bosque su casa,
ser una alondra que reza
y con la naturaleza
dedicarse a la alabanza.

¿Qué quieres, Señor, que haga?
es su oración predilecta.
él espera una respuesta,
se la dan Silvestre y Clara.

Emisario de sus dudas,
fray Maseo se dirige
a aquellas almas que eligen
ser lirios de oración pura.

Clara y Silvestre encendidos
ante el trono del Amado,
ángeles enamorados
quemándose como cirios.

ellos consultan al Santo
que bendijo su camino,
que los volvió peregrinos
del Absoluto y su encanto.

¿Qué quieres Señor bendito
de tu siervo fray Francisco?
¿Que predique como Cristo
o lo contemple escondido?

Fue unánime la respuesta
por los santos recibida:
una lámpara encendida
se pone sobre la mesa.

- Yo doy al mundo a Francisco
como una antorcha encendida
para que incendie las vidas
y el corazón de mis hijos.

Que aquello que se contempla
en la caverna del alma
sea Palabra que salva
cuando Francisco la siembra.

Yo a Francisco lo he encendido
de un Amor resucitado,
lo quiero transfigurado
a la vista de mis hijos.

Hablaré Yo por sus labios
y sanaré con sus manos
confirmando a los hermanos
que crean al escucharlo.

Como las aves del monte
sobre la ciudad, de día,
comunican su alegría
y le cantan a mi nombre...

Así Francisco y sus hijos
que rezan en la foresta
convocarán a la fiesta
que le preparo a mis hijos.
...................

Francisco no pierde tiempo,
como veloz mensajero,
junto a Ángel y a Maseo
se lanza en alas del viento.

Predica la penitencia
con tal fervor y entusiasmo
que ya quieren imitarlo
prendados de su inocencia.

Después de tanta sequía
la lluvia refresca el campo,
la mies está madurando
y la viña florecida.

Muchos nobles y plebeyos,
clérigos, laicos, paisanos,
letrados y ciudadanos,
madres simples, caballeros.

Llenos de Espíritu Santo
y de amor a Jesucristo
quieren seguir a Francisco
que por Él ha sido enviado.

- No abandonen sus estados
pues esto no es necesario.
Serán mis frailes terciarios
de Jesús enamorados.

Los amarán en sus familias,
en sus padres y en sus hijos,
en los pobres sin cobijo,
en el trabajo y la vida.

Vivirán en alegría
el Evangelio de Cristo
tan pobres como lo han visto
en la cruz al dar su vida.

Serán heraldos de paz
y sin promover contiendas
lo adorarán en las tiendas
en que contemplan su faz.

Harán de la Eucaristía
el centro de sus vivencias
porque su sola presencia
los llenará de alegría.

Meditarán la Palabra
haciéndola pan y vida
pues es perfecta comida
que renovará sus almas.

Educarán a sus hijos
en la ley del Evangelio
y en sus ojos podrán verlo
como Jesús siendo niño.

Se harán siempre servidores
de toda humana criatura
trabajando sin premura,
alegres y trovadores.

Sus casas serán los templos
en que se adora al Dios Santo
con alabanzas y cantos
y agradeciendo el sustento.

Vivirán de acción de gracias
mirando sus maravillas,
en las ciudades y villas
en que viven y trabajan.

Y el Padre Santo que es bueno
hará crecer la simiente
que Él ha plantado realmente
en la tierra de sus pechos.

Esta regla les entrego:
ámense como los amo,
vivan siempre como hermanos
y nunca apaguen su fuego.
...............

Siguiendo por el camino
en los árboles del bosque
muchas aves de colores
lo llamaban con sus trinos.

Y ya no sólo a los hombres
les entregó la Palabra,
los pájaros van a escucharla
proclamándose en el bosque.

Eran tantas las especies
que no pudieron contarse
y ya no puede apagarse
la luz que en el Sol se enciende.

Francisco encendido en gozo
les habla de Amor divino,
de la bondad del Dios vivo,
Creador, Santo y Generoso.

- Siempre deben alabarlo
porque les ha dado el viento,
los bosques y el alimento
para poder contemplarlo.

Valles y campos inmensos,
montes y árboles altos,
libertad para adornarlos
con sus colores intensos.

Cuídense, por tanto, hermanas
de la ingratitud amarga,
de la tristeza que embarga
el corazón que no ama.

La Trinidad las bendiga:
el Padre, el Hijo y el Santo,
alábenlo con su canto
y vivan en su alegría.

Se hizo una cruz en el cielo,
volaron a cuatro vientos
como ángeles sedientos
de anunciar el Evangelio.

Así quería a sus frailes
fray Francisco el misionero,
que fueran al mundo entero
como las aves del aire.


LOS OJOS DE SAN FRANCISCO

Es tu corazón la piedra
que en su magia cambia el mundo,
es tu espíritu profundo
que cambia en oro la hiedra.

Tu mirada envuelta en luz
transforma en luz la materia,
la toca sin poseerla
y ves en ella a Jesús.

Jesús en las amapolas
y en lo profundo de un bosque,
en la piedra en que se esconde
el musgo bajo las olas.

Jesús en los caracoles;
quieres ser simple como ellos,
en su paciencia tan bellos
como gotitas de soles.

Jesús en las nubes blancas,
en su pureza segura,
en la lluvia y su frescura
cuando acaricia las plantas.

En las aves y en su vuelo,
Jesús que cruza los montes
y remonta el horizonte
para hablarte desde el cielo.

Jesús en el canto alegre
de un zorzal o de un jilguero,
de golondrinas de enero
o de un canario silvestre.

Jesús en las noches tibias
hechas con mano de artista,
en estrellas de amatista
o en una luna tranquila.

Jesús en el agua clara
que inspira tu melodía,
en la paz y la armonía
que su candor te regala.

Jesús en el viento fuerte
y en la tempestad calmada,
en la tormenta aplacada
cuando los truenos se duermen.

Jesús en el fuego santo
que es espíritu y es vida
en que se quema tu lira
cuando te arranca su canto.

Jesús en la tierra madre
que a todos nos da el sustento
y el pan santo, tu alimento,
y el vino vuelto su sangre.

Jesús en el sol invicto
que triunfante se levanta,
el centro de tu esperanza
más allá de los conflictos.

Jesús en el hombre hermano
o en el lobo hecho cordero,
en la fe de un fiel guerrero
que sirve a un Dios soberano.

Y en el perdón otorgado,
Jesús hecho amor sincero,
reconciliación y credo
que a los hijos hace hermanos.

Jesús en la hermana muerte
hecha promesa de vida,
fiesta nupcial y alegría
de las bodas y el banquete.

Jesús en tu pensamiento
y en tu devoción sincera,
en la fe que te recrea
y en todo tu sentimiento.

En tu voz y en tu mirada,
en tu cuerpo atravesado
por su Amor transfigurado
besándote con sus llagas.

Jesús en tus ilusiones,
en tus sueños y esperanza,
Él es toda tu confianza
y el alma de tus canciones.

Su Palabra en la Escritura
se vuelve historia presente,
en tu memoria y tu mente
se desvela su figura.

Por eso tus ojos mansos,
en los suyos, cautivados,
ven un mundo transformado
en templo donde encontrarlo.

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