SUENAN LAS CAMPANAS DE UNA LAURA Suenan las campanas de una Laura y el eco de las cúpulas azules acompaña el canto de las divinas sirenas que proclaman a la ciudad dormida el canto de la Pascua. Por los canales corre la primavera de sus aguas liberada ya del hielo que en invierno la ocultaba y trepando por las raíces de los álamos de plata se besa en las entrañas del golfo de Finlandia. San Petersburgo, la nueva Venecia, así te llaman, el recuerdo imperial de miserias y glorias que se hermanan, del mito del sol que desde el Oriente se levanta y abre los ojos al mundo que lo contempla y lo reclama. El parque de los tilos seculares te engalana, noble señora enjoyada de cúpulas doradas, tus abedules blancos como monjes de luna en alabanza te presentan al cielo en el ritmo de mágicas nevadas. Es Pascua y ya despiertas del letargo de tus noches largas, te levantas a la vida de la luz que te penetra con su gracia, a los días que vencen el límite del tiempo que reinaba y vencida la tiniebla de la noche se hace blanca.
CREACIÓN Estaba el Padre jugando al balero con el mundo caleidoscopiando una galaxia con sus sueños mientras los angelitos repartían caramelos montados en cuadrillas de cometas vagabundos. Soplaba el Espíritu en viento de asteroides regalándole a Saturno dos anillos nuevos, encendiendo la caldera de unos soles muertos, llenando nubes de estrellas hasta que desborden. El Hijo sentado sobre un taburete pintaba graciosos paisajes lunares: astronautas locos, naves espaciales, autos de colores, valles, barriletes. Y desde la tierra, con su telescopio, un hombre pregunta a una luna errante: -dime tus secretos, ¿por qué te fugaste? ¿quién te dio belleza? ¿quién un nombre propio?
ARBOL Hundes tus raíces en el fondo de la tierra buscando los manantiales de la vida, nutres tu cuerpo vigoroso sin medida en las entrañas escondidas y secretas. Y enriquecido en las venas de la fecunda madre renuevas en tu savia la sangre de sus sueños, eres el brote de la esperanza orante del misterio que dormido se despierta hacia la luz del Padre. Y te alzas hacia el sol que llama hacia lo alto desplegando las alas de tus ramas verdes, sientes el deseo de volar y solamente te detiene el peso de la vida y la fuerza de sus manos. Orante silencioso que a la luz de la mañana diriges tu semblante sereno y misterioso componiendo melodías con el viento jocoso que despierta tu frescura viril a la alabanza. Elevas tus brazos y danza la brisa entre tus hojas, resplandeces bañado de luz y das tu aroma como incienso de plegaria material que aroma y susurra en el oído de Dios el canto de las horas. Sagrado testigo del deseo profundo queme anida, expresión del impulso de mi vida y de mis sueños, ímpetu enamorado de la tierra que se abraza al cielo, río de la frescura de un amor que en Dios culmina.
OTOÑO TIBIO El rubor del Otoño iba llegando y encendía tibiamente el bosque alado de mis sueños. Los álamos plateados ondulantes a los lejos, brillaban de esperanza frondosa y verde puro, como el agua cristalina en la fuente profunda de mis sentimientos. Enrojecían sus mejillas los castaños viejos, pétalos etéreos en el terciopelo suave de mis versos. Un divino pensamiento se enredaba entre las ramas perfumadas de un abeto y como una ardilla, entrelazada de misterio, buscaba su alimento. Un roble de verdades, en terracota y bermellón, mostraba el cielo, mientras se caían de sus sienes ocres los fugaces silogismos del conocimiento. Como un caqui maduro se ruborizaba el corazón del bosque que en mi pecho saboreaba la certeza dulce del encuentro. Y un antílope dorado con cuernos de rubíes y hocico de miel, con patas de incienso, de mirada fiel, entre los cerezos de lamento suave, paseaba su sed.
ALUMBRAR UN CAMINO Iluminar un puente sobre el río de la vida es encender una vez más las ilusiones de los que dejan atrás las divisiones y sueñan un mundo distinto y sin orillas. Alumbrar el camino del que avanza hacia el encuentro achicando las distancias que separan, es reconocer en la luz multicolor que nos hermana, el vínculo de amor de un Padre tierno. Prender una luz en la noche que arrulla los sueños es enhebrar estrellas tibias entre melodías que acunan en la luna el resplandor del día y mecen el mañana fecundo en el silencio. Parir la chispa en la sonrisa fresca de los niños incendiando sus pupilas de un mañana nuevo es encontrar a Dios en el hermano y atizar el fuego de las esperanzas que engendran los amigos. Encender un puente es gritar la utopía eternamente de un nosotros más humano y más fraterno en que vivir sea una gracia y no un lamento y abrazados descubramos nuestros ojos nuevamente.
TIEMPO... Tiempo sacro, medida de la vida que transitas el ritmo de los astros desde que el mundo existe lo inhabitas infinita sucesión en que moramos. Expectativa de aquello que no existe posesión fugaz de mi presente recuerdo de un pasado en que te fuiste memoria de la vida ya conciente. Interminable duración de lo que duele y fuego de artificio en mi alegría instantáneo perfume en que se huele la dimensión trascendente de la vida. Tiempo abierto a la irrupción del Cristo estallido de luz en nuestra historia divina dimensión en la que existo para cantar eternamente su memoria. Simultánea posesión de lo perfecto eternidad creadora de los seres extensión del universo al que has abierto el Amor donante en que te mueves. Camino del peregrino de absoluto y senda misteriosa del encuentro el éxtasis de Dios en un segundo eterna donación en un momento. Movimiento del mundo y de la vida que regresa sin pausa a su destino distensión del horizonte en su medida tiempo de Dios en que, eligiendo, me defino. Te deslizas sereno por las noches y estallas de rubor en la mañana eres compás en la marea y el derroche de las olas embistiendo la muralla. Memoria de Dios en que se integran su salvación e irrupción en nuestra historia presente resucitado en que se alegran los ángeles y santos en la gloria. Abierto en la liturgia que perdura a la fiesta de Dios que no se acaba eres memoria divina que asegura el Oriente que alumbra nuestras almas.
LUNA MARINA Te recuerdo luna mirándome en el mar mientras en el Mediterráneo la noche confundía el camino de plata que tu rostro brillante me ofrecía con un océano de estrellas que invitaban a nadar. Y mientras el barco trepidante recorría la pradera salada y esmeralda al navegar mi espíritu admiraba la cúpula estelar, místico adagio de tu sinfonía. El viento suave, fresco y marítimo rozaba mi rostro que en su grácil llovizna humedecía con las gotas infinitas que el rocío regalaba. Y el amigo cercano que a mi lado estaba sin palabras, en la hondura del silencio compartía el milagro eterno que la luna nos brindaba.
|