SÓLO POR ÉL... Sólo por Él vale la pena el riesgo soltar amarras y lanzarse a navegar. Sólo por Él trazar senderos en el mar, embestir las olas y enfrentar el viento. Sólo por Él la aventura de la vida peregrinar se vuelve hacia la meta, camino que en el alma se despierta y se recorre en la esperanza día a día. Sólo por Él desplegaré mis velas henchidas en el soplo de su aliento, Sólo por Él navegaré mi tiempo, consumaré las horas de la espera. Sólo por Él acunaré las noches en que mi alma se vuelve melodía y ofreceré las notas de la lira que vibra en el Espíritu y sus toques. Sólo por Él las noche se hacen día y las auroras levantan la esperanza, Sólo por Él se fundamenta la confianza que encuentra en el alba su alegría. Sólo por Él amar vale la pena más allá de las ausencias y la noche cuando la espera contempla un horizonte en que recuesta su luz la luna llena. Sólo por Él el canto es alabanza y la Fe se resuelve en la certeza, el Amor se descubre y ya se expresa en los ojos en que brilla la esperanza. Sólo por Él la historia es un camino que recorro en los vaivenes de la vida se llenan de ilusión las despedidas y encontrarlo se vuelve mi destino. Porque es ÉL el centro de mi tiempo el que enciende, del cielo, la memoria, el que teje la trama de la historia e ilumina con su luz mi pensamiento. Es el que le da calor al sentimiento de existir para amarlo y darle gloria, de vivir para adorarlo y en la euforia del cosmos que le canta, estar contento.
TUS OJOS SON UNA VENTANA AL CIELO... Tus ojos son una ventana al cielo y el cielo viene a mí cuando los abres, una luz primaveral todo lo invade, se transfigura el mundo en que te veo. Son la puerta de un mundo de colores en que la vida estalla en tu presencia, un paraíso que se abre en la conciencia que se goza a la vista de tus flores. En ellos se refleja la medida y el ritmo justo de las cosas, el paso del tiempo y de las horas que se vuelven canto y melodía. Reflejan del Padre la misericordia y derraman en la tierra su consuelo, arden en un Espíritu de fuego, son la luz del Oriente de la historia. Camino hacia Ti cuando me miras desde el Sol que domina mi horizonte cuando todo lo cubre y a tu nombre se dirige mi plegaria matutina.
SON TANTOS LOS ROSTROS... Son tantos los rostros que quieren atraparte y el tuyo permanece en el misterio, estás siempre más allá de los que encuentro y de las manos que quieren dibujarte. Y es por eso que en mil rostros está el tuyo y que ninguno logra contenerte, es el deseo el que me lleva a verte y en los ojos del alma es que te intuyo. Un rostro que se cubre de colores nuevos, de amarillo trigal o azul de cielo, de turquesa y de mar en su consuelo, de blanco angelical o rojo intenso. A veces es marrón en el almendro o púrpura, en el manto que reviste el tiempo, es un ocre otoñal o negro invierno y es el verde profundo de los cedros. Un rostro universal y muy concreto que se muestra en los niños y en sus juegos, en arrugas de anciano y en sus cuentos, en los hombres y mujeres de tu pueblo. Tu rostro está muy cerca porque lo llevo dentro, cuando cierro lo ojos hundido en tu misterio es Él el que me habla haciéndose silencio el que me enciende el alma, cuando rezo.
TÚ QUE ERES LA AURORA SIN OCASO... Tú que eres la aurora sin ocaso, el Sol que engendró mi primavera, la luz de levante que me lleva al amanecer de la vida y de su abrazo. Tú eres el Domingo sin poniente, el Sol de la justicia verdadera, el principio de una nueva era, la caridad que precede desde Oriente. Resplandor y faz del Padre eterno, impronta de su ser y su sustancia, reflejo de la gloria de su gracia, la voz de su silencio primigenio. Y en la noche que precede el día ya estabas en la luz de las estrellas, en la luna de las horas bellas, en el fuego que en el corazón ardía. De los ángeles eras la blancura, la belleza que se forma en su figura, de la cigarra su melodía y su ternura, del rocío de la noche, la frescura. Eras el anuncio de las profecías, el Rey esperado de los tiempos, un sol coronado por el viento, el ungido, el Cristo, el Mesías. El Hijo del hombre que cabalga el cielo y en la nube de su gloria ya se acerca, la justicia de Dios y nuestra puerta, el Señor soberano de los cielos.
¡ERES HERMOSO, SEÑOR...! ¡Eres hermoso, Señor, cómo eres bello! Cuando te contemplo quedo anonadado. En un rincón de tu mirada, acurrucado, quiero quedarme y hacer allí mi cielo. Pues tu mirada es bendición que se derrama y riega mi tierra seca sin medida, ella hace brotar en mí la vida que en un vergel de dones te proclama. Cuando el brillo de tu rostro me ilumina me siento un rayo de luz en la alborada, un reflejo de la luna que te alaba o una vela encendida en tu vigilia. Si soy el resplandor de tu belleza porque a tu imagen fui creado, es un misterio que me deja cautivado y agradecido contemplo tu grandeza. En la pureza de tu sangre renovado me siento renacer en tu armonía, es tu calor que enciende mi alegría y me deja en tu paz reconciliado.
A LA ORILLA DEL MAR... A la orilla del mar tus pies desnudos dejaban en la arena tus pisadas, eran las huellas del sol que iluminaba la sombra que cubría nuestro mundo. A la orilla del mar tu voz llamaba a un seguimiento rápido y profundo, a caminar tu camino por el mundo, a dejarlo todo atrás dándote el alma. Eran tus huellas las del sol naciente, las del camino que lleva al paraíso, la arena las besaba y en su hechizo se sintió enamorada de repente. Eran las huellas de la luz del alba, las del Amor encarnado en el misterio, las que liberan al hombre de su cautiverio y lo hacen peregrino si se pone en marcha. Son las huellas de la aurora iluminada que se levanta anunciando un tiempo nuevo, las que le dieron colorido al cielo que refleja en su encanto tu mirada. Huellas que se vuelven, hoy, camino y camino que conduce en la esperanza, huellas que se vuelven la confianza de orientar detrás de Ti nuestro destino. Escuchar hoy tu voz, seguir tus huellas es colocar la vida en tu camino, volverse, del infinito, un peregrino y dibujar tu rostro en las estrellas. Y es descubrir que son tan bellas pues de la luz de tus ojos son reflejo, me muestran tu belleza en el espejo que creaste para que te viera.
UNA VELA ENCENDIDA ANTE TU IMAGEN... Una vela encendida ante tu imagen, una llama en que quemo mi recuerdo, arde una oración ente el misterio, con ella se quema el tiempo de la tarde. Un tiempo hecho plegaria de silencio que se consume en el día que dejaste, el tiempo lleno que me regalaste cuando al paso de las horas te contemplo. El tiempo de la noche del que nace el día, el de la ausencia anhelante y de la espera, el del invierno que se abre en primavera, el de las horas que en tu casa compartía. Una luz encendida ante tu rostro que regala simplemente su misterio, que se consume en la puerta de aquel templo en que quisiste quedarte entre nosotros. En ella voy hacia Ti transfigurado, vuelto llama de amor en que se esconde el Espíritu que en mi alma te responde cuando me deja, a tu imagen, transformado.
ICONO DE CRISTO Mirarte a Ti Señor, mirarte a Ti purificando en tu rostro mi mirada, imprimir en mis ojos la llama delicada que descubro cuando me vuelvo a Ti. Detenerme suavemente en los rasgos esenciales que me llevan a gozar tu ser divino, en los ojos anhelantes volverme peregrino y en el silencio escuchar los cantos celestiales. Recorrer lentamente con mis ojos tu figura, descubrirte siempre con mirada nueva hacer del silencio la cuna de la espera y dejarme impregnar de tu hermosura. Sumergirme en la fuente de belleza que es la luz que emana de tu cuerpo, dejarme iluminar por tu misterio y anonadarme perdido en tu grandeza. Vuelto admiración pacificada: ante tu imagen, absorto, te contemplo; y es que casi se ha detenido el tiempo cuando tus ojos se vuelven alborada. En ellos el horizonte se hace inmenso, ilimitada la luz que en los míos se derrama, son la puerta del cielo, una ventana de la eternidad que acampa en mis adentros. Eternidad hecha de luz y del tesoro cobijado en el cofre de mis días: la perla escondida, la joya que encandila: tu Palabra preciosa más que el oro. La que envuelve tu presencia en el silencio y desde tu imagen divina se derrama, la que desde el silencio te proclama e inunda mi ser cuando te pienso. La Palabra que emana, tu figura y desde tu ser se irradia al mundo, la que me estremece, en lo profundo de mi alma cuando admiro tu hermosura. Porque tu imagen es Palabra viva, el colorido místico del cielo, la huella de tu paso en nuestro suelo, el color del Amor que me ilumina.
UNA HERIDA EN TU PECHO... Una herida en tu pecho atravesado, sumergida en tu Amor y tu belleza, una fuente que brota en la pureza de tu corazón crucificado. Una fuente que lava mis pecados cuando de ella bebo la esperanza cierta de la promesa de la puerta que permanece abierta cuando la cruzo y siento que quedo perdonado. De ella brota la sangre que ha salvado, en la herida del Amor, al mundo herido y al corazón del hombre arrepentido una nueva vida le has donado. La herida de la paz que no lastima, de la concordia fundamental en el encuentro, la herida del dolor del arrepentimiento, de la armonía del peregrino que camina. Una herida que fundamenta la esperanza cuando la sangre de tu Amor me invita a recorrer el camino que palpita en las venas de tu paz y tu confianza. En esa herida el mundo está crucificado ya no es fuente de alegría o de desdicha, ya no puede matar ni suprimir la dicha de saberme en Ti perdido y encontrado.
ME OFRECERÉ EN PLEGARIA CADA DÍA Me ofreceré en plegaria cada día abriendo la mañana en alabanza, será la luz del día la esperanza de imprimir en mis ojos tu sonrisa. Te alabaré en el canto de las aves, te cantaré en el viento y en la brisa, susurraré en el aire melodías, las notas que en el viento se derramen. Me envolveré en el sol con que me abrigas, la luz será la túnica del cielo y golondrinas negras en su vuelo anunciarán la primavera de la dicha. Será canción el verde de los tilos, los abedules santos y las lilas, los tulipanes rojos que te admiran y el golfo del amor azul marino. Me uniré al volar de las gaviotas y extenderé los brazos en tu cielo, serán las nubes templo de consuelo y un coro de alabanza las alondras. Sumergido en el mar y en su misterio remontaré la cresta de las olas, seré arrullo en el agua que te nombra y en las olas que danzan un velero. Y un coro de alabanza será el cielo que desciende a la tierra en tu memoria, cuando todo es imagen de tu gloria, me envuelve la nostalgia del amor primero.
|