PRÓLOGO: EL FRANCISCO QUE BUSCAMOS Los hombres necesitamos recuperar utopías, redescubrir la alegría y soñar lo que anhelamos. El cansancio, la tristeza, la depresión y el olvido, la ilusión que se ha perdido, los sueños que no se sueñan... Son síntomas que nos muestran que algo bello hemos perdido, algo profundo y querido, algo en nuestra misma esencia. Buscamos, acaso a tientas, manoteando sin sentido, ese misterio escondido, esa esperanza que anhela. Nos dicen que no hay camino. No es verdad, hay uno cierto, es Jesucristo que ha muerto, resucitó y está vivo. Para poder encontrarlo, para que podamos verlo, descubrirlo, conocerlo y enamorados, amarlo... Él nos dejó un pregonero, un hombre mínimo y puro, simple, profundo y seguro de ser de Dios mensajero. Como un lirio sobre el monte de la aridez de los tiempos, fecundado por el viento, perfuma nuestro horizonte. Francisco es mito viviente, es la poesía encarnada, la paz personificada, profecía permanente. Él encontró su camino e hizo de Cristo su vida, descubrió su melodía y se sintió peregrino. Fue incendio de Amor puro, de libertad liberada, de caridad impensada, de ayuno y trabajo duro. Su nostalgia de inocencia, su vida reconciliada, su oración pura y confiada fueron sed de trascendencia. fue su horizonte el del mundo, el del cosmos que lo envuelve y a su buen Dios puede verle transparentado en su mundo. Su vida es proclama viva, puro anuncio de Evangelio que rompe su cautiverio y libera su poesía. Tiene alma de poeta, de juglar, de trovador, es heraldo del Señor y en la historia, su profeta. Francisco es mito viviente, se descubre en él al hombre puro y simple que responde a su vocación consciente. El es solamente un hombre, un adán reconciliado que ha superado el pecado allí donde Dios se esconde. Es capaz de una ternura que en su vigor no se pierde, cortés y agradable al verle, esencial en su dulzura Un hombre que vuelto niño descubrió en Dios a su Padre, e intuyó que era una Madre que cuida y ama a sus hijos. Fue tan rico en su pobreza que el mundo le respondía y descubrió la armonía que está en la naturaleza. Fue pequeño, humilde, esclavo liberado en su obediencia, teólogo de la ciencia que es amar y ser amado. Es rey de las relaciones, derroche de simpatía, una copa de armonía burbujeante de emociones. Hermano por excelencia de los hombres y las cosas, descubre que son hermosas, transparencia de Belleza. Para él Dios es cotidiano porque volvió al paraíso y Dios se hace encontradizo si en el jardín lo buscamos. Es Padre de un mundo nuevo, revolucionó su tiempo y la Iglesia desde dentro: el Cristo del Medioevo. Todos los hombres llevamos un mito en nuestros adentros, necesidad de un encuentro con aquello que buscamos. El sentido de la vida, el para qué de la historia, sanar en nuestra memoria el dolor de las heridas. Estamos llenos de anhelos, de sueños insatisfechos, de frustraciones de hecho, de lágrimas sin consuelo. Quizás Francisco en su vida sea una simple respuesta, una puerta que está abierta, un vino que se convida. Él buscó como nosotros y reencontró el paraíso, estaba adentro y lo quiso compartido con los otros. Es por eso que Francisco supera todos los tiempos, los credos y sentimientos sectarios de todo tipo. Su amor es universal, su mensaje vence el tiempo, por eso en cada momento Francisco siempre es actual. ES el sueño realizado de la humanidad lograda, de su esencia reencontrada en Cristo Resucitado. Es el hombre que ha encontrado, la búsqueda realizada, es la verdad alcanzada, el límite superado. Es un sueño hecho persona, aquel que todos soñamos, es el hombre que buscamos cuando rezamos a solas. Es el que arranca en nosotros los mejores sentimientos, los que llevamos adentro y nos dicen lo que somos. Francisco es Amor y vida, espíritu y hombre nuevo, oración hecha jilguero, corazón de la poesía. Es un gorrión liberado atravesando tu cielo, tan simple como tu anhelo de seguirlo y alcanzarlo. Francisco es la melodía del Amor en que te duermes, ante el que estamos inermes porque acuna nuestra vida. Francisco es la brisa suave que acaricia tu conciencia, su perfume es providencia de aquel Amor que te invade. Francisco es licor del cielo, el gusto de lo que anhelas, embriaguez de lo que esperas, ojos llenos de consuelo. Es un prado de amapolas en el valle de tu vida y el color que se escondía en alas de mariposas. Es nostalgia de pureza, de limpidez de agua clara, de amanecer, de esperanza, de cielo azul, de limpieza. Es el vuelo de un jilguero que solitario en el cielo canta expresando su anhelo de Amor puro y verdadero. Y es un petirrojo herido en fuego de Amor profundo, en fuego que incendia el mundo, en el que está consumido. Ruiseñor enamorado que canta a Dios por las noches, grillo silvestre en el bosque tocando para su Amado. Es esperanza alcanzada de una vida verdadera y caridad que genera una fe que no se apaga. Hermano, mira a Francisco que es transparencia de Cristo y proclama lo que has visto anunciando a Jesucristo.
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