HAY SIEMPRE LUZ... Hay siempre luz en la noche más oscura y es tu presencia detrás de la tiniebla, más allá del confín en que la tierra se lanza al infinito que te oculta. Suena siempre en el silencio que me escruta la voz de tu semblante, la que intuyo, y cuando cierro los ojos veo el tuyo iluminando mi camino en la penumbra. Un camino que en la noche se hace nuevo atravesando el valle de la bruma, adentrándose en el bosque y su espesura o costeando el río azul en el que bebo. Un camino solitario y trascendente empapado en el rocío del recuerdo un sendero de esperanza color trébol que se encendió en la sangre del poniente. Es mi paso tranquilo y voy seguro pues sé que me dirijo hacia tu encuentro que se anticipa en la brisa de tu aliento penetrando mi pecho de Amor puro.

CUANDO EN LA NOCHE... Cuando en la noche con el mar tranquilo siento las olas durmiéndose en la arena, el viento del océano en mis venas arrulla el canto del Amor herido y esperado. Y si camino por las playas del invierno bajo una luna blanca estremecida, cuento, brillantes, las estrellas de mi vida que acompañaron mis búsquedas y sueños y te alabo. La oscuridad se viste en la luz que se destila desde un cielo compañero de camino, él ha alumbrado, insistente, mi destino y se ha quedado grabado en mis pupilas su cuidado. Es mi oración la búsqueda frecuente que escruta un horizonte adormecido, que siente tu presencia sutil en el rocío que humedece el aire en que en mi mente te respiro. Y es la marea del corazón que suavemente va cubriendo la playa en tu presencia empapando las arenas de la ausencia con la linfa vital de la simiente de tu mano. Sé que la luz del alba cercana se aproxima e intuyo en la esperanza el beso de la aurora viene la novedad en el tiempo que te implora y tus ojos, a lo lejos, amaneciendo me ilusionan soberanos.
BEBE TU CALIZ Bebe Señor del cáliz que creaste, moja tus labios en el vino que añejó tu pecho, saborea la copa que tallaste en el fino cristal de tu silencio. Deleita el jugo de las uvas que pisaste en el lagar de tu ausencia y mi destierro, prueba el licor de las hierbas que mezclaste recogidas en el fondo de mi huerto. Embriágate amado del sabor que preparaste a tu gusto, a tu antojo, a tu manera; bébete de una vez mi vida y el sentimiento que colmaste cuando tu presencia fermento mi pasión y mis horas de indigencia. Apúrate mis días, mis noches, la experiencia de sentirte tan cerca y de perderte entre la niebla. Acaba de beberte mi corazón y mi conciencia, quiero ser Tú y en Ti, presencia.
HE BUSCADO Tantas veces en amores vanos he buscado la dicha y el consuelo sin contemplar las aves que en el cielo glorificaban la obra de tus manos. Tantas veces busqué tus ojos vivos entre las praderas y los huertos, pero siempre hurgaba entre los muertos y me deshacía en el vaivén del sin sentido. ¡Tarde te amé, Señor, pues siempre es tarde para llorar el tiempo que he perdido buscando entre los muertos a mi Padre cuando con la ternura de una Madre me abrías el camino que he podido recorrer entre la bruma hasta encontrarte.
NO LE QUITES AL TREBOL... No le quites al trébol la frescura del rocío; no le quites al prado el sol, la luz al lirio. No quites la humedad de tu presencia a la tierra resquebrajada por el frío. No le falte la nieve a la montaña ni a la pradera su río. No le falte tu mirada a mis ojos para contemplarte presente y escondido; no le falte luz a mi mente para volverte a encontrar si te he perdido. No falte el agua fresca en tu Palabra a la sed de mi pecho raído, ni el aire de tu aliento a mis pulmones que se llenan de Ti cuando respiro. No falte el pan de cada día a mi ser cuando en el sagrario íntimo te miro, cuando estás en mis manos simple y tierno y te acaricio como un niño dormido. No me quites tu presencia ni tu ausencia, Quítame la vida si pierde su sentido; Pues si vagabundo te busco y no te encuentro, Termina ya el destierro y llévame contigo.
TÚ ERES LA AUSENCIA... Tú eres la ausencia del sumo Bien que espero, el vacío que la creación no llena, eres el anhelo de mi pecho insatisfecho, la herida de un Amor que en el dolor me deja. Eres el horizonte que contemplo desde lejos, la aurora que no quiebra mi desvelo; el ocaso ensangrentado de un corazón deshecho por la daga afilada de tus besos. Eres el cielo que manoteo sin lograr asirlo, el aroma fontal que enciende la ternura la fuente de la que brota la hermosura que mis ojos buscan en tu Amor al descubrirlo. Eres el relámpago que ilumina la noche en que me encuentro; el trueno de una voz que quiebra mi silencio; el rayo que quema la entraña de mi cuerpo; el ardor del dardo clavado en el centro de mi huerto. Eres el suspiro que llena mis noches y mi lecho; la ausencia omnipresente horadando las horas de mis sueños. Eres mi obsesión, la pasión de mis impulsos y deseos. Eres mi amor, eres mi muerte, eres lo único que espero.
EXILIO Es tan poco decirte que te amo cuando las palabras han perdido su sentido; son las miradas, el canto, los gemidos, solamente mirarte y elevar mis manos. Es tan poco decirte que te quiero cuando no encuentro las letras de tu Nombre, cuando no expreso lo que siento, cuando el hombre viejo es una cárcel, cuando creo que me muero. No me alcanzan las palabras, los sentidos no responden a mis ansias; irme contigo para siempre es mi esperanza cuando las puertas de tu oasis se me abran. Mientras tanto aguardar es un exilio, un tiempo interminable de destierro, el calabozo de las horas y el desierto que espera transformarse en paraíso. Sólo tu presencia llena las horas vacías, el agua de tus labios remoja el suelo seco, la dulzura de tu voz, el aire fresco, sólo tu mirada entibiará la noche fría. Te espero oteando el horizonte de mi vida, deseo que vengas cuanto antes y me lleves, porque sólo a tu lado encontraré, si quieres, la paz, el amor, la plenitud, la dicha.
MATINAL HELADA Sobre la hierba matinal helada mi corazón se extiende mutilado por un fatal puñal atravesado ensangrentando en bermellón la escarcha. Y ese estilete maléfico eres Tú, Amor, que nuevamente me has dejado sin aliento, sin sentido, enajenado de mi propia razón y en el dolor. Baña mi sangre la mañana y se congela y en estertores de vida yo he tratado, en mil instantes sucesivos he intentado cerrar la brecha por la que la vida cuela. Cauteriza, te ruego Amor, la herida que en el fondo del alma me has abierto; séllame con tu fuego porque muerto me quedo sin tu vida.
ALEGRIA ¿Quién se ha llevado la alegría? ¿0 acaso es que la he perdido? ¿O habrá sido algún duende distraído el que me la robó creyéndola perdida? Podrá haber sido una perversa musa la que, repleta de envidia y de porfía, tomo sin preguntar la algarabía que en sus canciones los caminos cruza. Quién te ha llevado de mi lado dicha y me ha dejado en la tristeza de encontrarme enredado en la maleza de la depresión y la desdicha. Y si te he perdido; ¿Dónde puedo haberte yo dejado? Me pregunto una vez más desconsolado ¿0 es acaso que te escondes? Será quizá que estás jugando al escondite nuevamente por el prado de mis días y mis noches y callado debo buscarte entre amapolas correteando ¡Piedra libre! grito entusiasmado al verte detrás de una sonrisa, al percibirte yo en las fresca brisa empapada de jazmines y de nardos. ¡Allí estás!, exclamo nuevamente, escondida en los juegos de los niños, en los que se besan y abrazan con cariño; ya te he visto correteando entre la gente. Y si te bamboleas entre los blancos lirios al toque del vals que los conmueve, vas también saltando cuando llueve de las ventanas y alcobas en los vidrios. ¡Piedra libre! detrás de las guitarras de los amigos que en ronda de fogones sus vidas comparten y con sus canciones atraviesan las horas sin pensarlas. Te fuiste volando en las bandadas de las aves que de repente desplegaron la fuerza de su vuelo y entonaron el himno a la creación en la alborada. Sentí también el calor de tu presencia en las manos que los amigos apretaban y en los ojos dulces que comunicaban el sufrimiento que marcó tu ausencia. Pero fue en las pupilas de los enamorados en las que te vi resplandecer de un modo nuevo desatando el torbellino, la ilusión y el beso de los corazones que dejaste entrelazados. Sobre el arco iris te he visto patinando entre los cristales infinitos de las nubes y en sonatas y atardeceres de laúdes melodías fugaces de color ibas tocando. Jugabas a las cartas en las mesas de las plazas, alborotadas de patines y de bicicletas, con los jubilados y animabas marionetas que arrancaban de la tristeza su mordaza. Y con el ir y venir sin cesar de las hamacas pendulabas atrapante e hipnótica en el aire adormeciéndote tranquila como aquellas aves que planeando en el viento recuestan sus alas. No te escapes más, ;basta! no te escondas. Déjame de una vez por todas atraparte, caprichosa mariposa volátil y entregarte mi corazón que te persigue entre las sombras.
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VIDA MUERTE Si para mí la vida es esta muerte y con la muerte, la muerte se termina, ¡Ponle fin, Misericordia, a esta agonía para que pueda en un instante conocerte! ¿Qué debo esperar? ¡Dime! ¿Es que no es suficiente lo vivido? ¿Es que es poco el camino recorrido aguardando que el exilio se termine? Tú, Señor, me has dado siempre tanto y todavía quieres darme mas. Si todo lo que busco yo es tu paz y que se extinga de una vez mi llanto. Ya he conocido el aroma penetrante de las flores y he probado el gusto sabroso de las frutas he contemplado la belleza de tus rutas cuando los campos se visten de colores. He percibido la fragancia excitante de la hierba fresca y el perfume arcano y misterioso de la tierra mojada y si por nubes de fuego quedó el alma cautivada en volcán de atardeceres ardientes quedó inmersa. Ya he podido ver la luna dominando el cielo y las estrellas en la noche desplegar su encanto. Yo he escuchado a las aves entonar su canto cuando el astro solar se alza en su vuelo. He volado mil cielos azules entre las gaviotas planeando apacible las costas solitarias de los mares y he entregado al esmeralda de las olas los pesares alegrías, penas y tristezas que el amor provoca. He sentido en mi rostro, el viento que risa las olas y con su fuerza bravía desata tormentas; me ha alegrado el granizo, la lluvia y la nieve fresca como la policroma simpleza de las amapolas. Conocí en Primavera tus brotes de vida y la melancolía del Otoño urbano; las playas soleadas que me dio el Verano y el Invierno helado de la cumbre andina. Supe ver praderas cubiertas de verde y el resplandeciente sol de los trigales, el vasto horizonte de los olivares y álamos de fuego que queman al verles. Me has dado a probar la paz de un amigo, la sonrisa alegre que mi tiempo encanta, la palabra justa que el animo imanta y los ojos tiernos que sirven de abrigo. En la amistad he conocido el don gratuito de entregarme muriendo sin pedir a cambio nada, de penetrar los sentimientos viajando en la mirada hasta el corazón cercano por el que palpito. Sí, he apreciado la blancura de unas manos suaves, la alegría juguetona de los rubios rizos y el negro profundo que encierra el hechizo de esos ojos moros que, en silencio, contemplé una tarde. Me has revelado la pureza oculta del misterio de la inocencia, en los ojos ingenuos de los niños y en las madres que arrullan meciendo con cariño el fruto visible, tierno y asombroso, del amor eterno. Puedo hablarte hoy del calor de hogar: Padre, madre, abuelos, sobrinos y hermanas, de la maravilla de la especie humana y de la experiencia de la libertad. He saboreado el agua cristalina de los manantiales y la parsimonia con que serpentean los ríos inmensos. En el altiplano el cielo infinito me abrió el universo y policromías de lírico ensueño palpé en los vitrales. Me he dejado penetrar por la miel de los mágicos violines y he respirado la brisa tenue del oboe que acuna los mares y si he llorado en acordeones melancólicos y claves también he cantado Aleluyas de trompetas y clarines. Pude descubrir aquel mundo nuevo en que la poesía crea lo impensable, mueve corazones y enciende ilusiones despertando el duende angélico de las emociones que brilla en mis ojos y envuelve mi mente con su fantasía. He abierto mi vida por completo al amor divino y en el Evangelio que me regalaste he experimentado la paz verdadera que me dio tu Hijo: sentirme salvado por aquel que dijo en la cruz clavado: "Yo soy el camino". Y después de todo esto yo te miro, pensativo y me pregunto ¿para qué seguir viviendo caminando en el destierro? Si el Amor sin dolor, que ofrece el Cielo, me lo pierdo porque sigo viviendo peregrino y forastero en este mundo.
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